domingo, 25 de marzo de 2012

El Cristiano Y Los Problemas Políticos

Por el Rvdo. H.J. Glienke
Foto: Palacio de Miraflores. Caracas, Venezuela
 Muchas personas y entre ellas algunas que se estiman buenos cristianos viven por el lema, “¡No me meto ni en la religión ni en la política!” Esto parecerá muy astuto, pero al pensarlo un poco se que carece de valor. Tal persona quiere vivir sin ninguna responsabilidad y casi siempre se reserva el derecho de criticar a las dos.

La Palabra de Dios, la única fuente de la verdad, nos habla claramente con respecto a nuestra responsabilidad cristiana y los problemas políticos. En muy pocas palabras San Pablo nos muestra las bases para nuestra manera de actuar en cuanto al gobierno. En Romanos el capítulo 13 leemos:
1 Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
    2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
    3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;
    4 porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.
    5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.
    6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.
    7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.
    8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.
Seguramente lo leído no es el enfoque aceptado hoy en día. Nuestros periodistas, comentaristas, y los analistas de los acontecimientos diarios casi nunca hablan de la obediencia y el respeto a las autoridades. Es más emocionante y más fácil vender los periódicos si podemos echarle la culpa a otros y no aceptar nuestra responsabilidad por lo que sucede. Pero haciendo esto estamos pecando gravemente. En primer lugar estamos juzgando sin tener los mismos datos que tienen los que tienen que llevar la responsabilidad. Además de esto, estamos negando a la autoridad el derecho de actuar de la manera que Dios mismo exige. Para entenderlo bien, debemos simplemente considerar el siguiente ejemplo. ¿Cómo te agradaría si tu vecino siempre le diera la razón a tus hijos sin saber las circunstancias de tu familia?
La Confesión de Augsburgo en su artículo XVI nos habla acerca de El Estado y el Gobierno Civil:
“Respecto al estado y al  gobierno civil se enseña que toda autoridad en el mundo, todo gobierno ordenado y las leyes fueron creados e instituidos por Dios para el buen orden. Se enseña que los cristianos, sin incurrir en pecado, pueden tomar parte en el gobierno y en el oficio de príncipes y jueces; asimismo, decidir y sentenciar según las leyes imperiales y otras leyes vigentes, castigar con la espada a los malhechores, tomar parte en guerras justas, prestar servicio militar, comprar y vender, prestar juramento cuando se exija, tener propiedad, contraer matrimonio, etc.
Al respecto se condena a los anabaptistas, que enseñan que ninguna de las cosas susodichas es cristiana.
Se condena también a aquellos que enseñan que la perfección cristiana consiste en abandonar corporalmente casa y hogar, esposa e hijos y prescindir de las cosas ya mencionadas. Al contrario, al verdadera perfección consiste sólo en genuino temor de Dios y auténtica fe en él. El evangelio no enseña una justifica externa ni temporal, sino un ser y justicia interiores y eternos del corazón. El evangelio no destruye el gobierno secular, el estado y el matrimonio. Al contrario, su intento es que todo esto se considere como verdadero orden divino y que cada uno, de acuerdo con su vocación, manifieste en estos estados el amor cristianos y verdaderas obras buenas. Por consiguiente, los cristianos están obligados a someterse a la autoridad civil y obedecer  sus mandamientos y leyes en todo lo que pueda hacerse sin pecado. Pero si el mandato de autoridad civil no puede acatarse sin pecado, se debe obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch. 5:29)”
Fijémonos que San Pablo en Romanos 13 y también nuestras confesiones no nos hablan de una clase o forma de gobierno. Las palabras dicen lo mismo a todos los ciudadanos, no importa si viven bajo el presidente de una democracia o bajo la autoridad en el poder que el ciudadano tiene no sólo el deber de someterse a ella, sino que también su deber es el de usar toda su fuerza y vigor al servicio del bien de todos. El profeta Jeremías en el capítulo 29:7 exhorta a los israelitas que fueron llevados a Babilonia como esclavos, diciendo, “Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová, porque en su paz tendréis vosotros paz.” En este caso Dios estaba usando la esclavitud de su propio pueblo, (un tremendo problema político), para enseñarles su pecado y llevarles al arrepentimiento. La causa de la esclavitud no era únicamente la maldad del gobierno sino que también lo era el pecado del pueblo. ¡Cuán fácil es equivocarse, si uno no respeta la voluntad de Dios!
La razón de nuestros impuestos elevados no es la corrupción de nuestros gobernantes sino la maldad y los crímenes que hay que controlar y los tantos ciudadanos que por sus mentiras y trampas dejan de pagar su porción de los impuestos. Por esto San Pablo ha dicho, “pagad a todos los que debéis; al que tributo, tributo; al que impuesto, impuestos; no debáis a nadie nada.” Es lo mismo que nuestro Señor Jesucristo dijo a sus discípulos en Mateo 22:21, “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.” Hay muchas más referencias en la Palabras de Dios que exigen la obediencia a la autoridad, tales como el cuarto mandamiento – Éxodo 20:12 o Tito 3:1 ó Pedro 2:13-20. El Cristiano que ignora este requisito de Dios no puede ayudar a resolver los problemas políticos.
Desgraciadamente no todos los líderes y gobernantes son personas bien dispuestas a buscar el bienestar común. Ellos también son pecadores. Por eso debemos saber que Dios nunca no enseña una obediencia ciega. El mismo Apóstol Pedro, amenazado por los líderes claramente contesta en Hechos 5:29, “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!” Si el gobierno me obliga a desobedecer a Dios entonces tengo que rehusarme a ello. La ley y la voluntad de Dios es mayor que el gobierno. Más vale desobedecer a las autoridades y morir que negar a Dios y entrar en el infierno. Pero aun en tales circunstancias no tengo el derecho de faltarle el respeto a ningún autoridad. Dios es el que juzgará al fin a su representante, el gobernador.
Es claro que si queremos aceptar la enseñanza de Dios y actuar como cristianos no podemos responder a los problemas políticos en la misma manera que lo hace sociedad. Un abuso no da derecho a otro. El fin no justifica los medios.
Contando con lo dicho, si queremos solucionar nuestros problemas políticos, tenemos que guiarnos por la Palabra de Dios. Los mismos cristianos son los escogidos de Dios para ser sal y luz del mundo. Son ellos los que tienen que respaldar a los gobernantes que Dios ha puesto sobre nosotros. El cristiano tiene que arriesgar su vida delante de las autoridades cuando ellas le quieren obligar a hacer algo que contradice a Dios. El cristiano no tiene el derecho de formar un escándalo y fomentar una revolución para así tumbar una autoridad e imponer otra. Dios quiere usar sus siervos humildes para lograr sus fines. No los puede usar si ellos mismos no tienen la fe para creer en Él y hacer Su voluntad. Dios también usa la rebeldía de otros malos para cambiar un mal gobierno con el cual Él ya está cansado.
El mundo demuestra valentía con todos en su favor. Nuestro Cristo logró la salvación muriendo en la cruz a solas. Por su muerte nos rescató a todos nosotros. Sólo cuando dejemos a este mismo Cristo que nos guíe en la vida diaria y sólo cuando hagamos todo lo posible para nuestro prójimo también le adore será cuando podremos esperar las bendiciones de Dios a nuestra nación y la solución de los problemas políticos. Si entonces, nos toca luchar hasta la muerte, moriremos para darle gloria a Dios, no para aprovecharnos de nuestro prójimo y prosperar al costo de él.
 (Este ensayo es una adaptación de un artículo publicado en la revista “El Testimonio Luterano” — May-Jun 1986)


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